Uso de los signos de puntuación.
Ha continuación se presentan los ejemplos de los signos de puntuación que usamos regularmente, con ayuda de la novela "La metamorfosis" de Franz Kafka.
- Punto seguido: utilizado para separar oraciones dentro de un mismo párrafo, indicando que la idea continúa, aunque se trate de un enunciado diferente.
-Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparazón y, al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro, surcado por curvadas callosidades, sobre el que casi no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas patas, penosamente delgadas en comparación con el grosor normal de sus piernas, se agitaban sin concierto.
-No estaba soñando. Su habitación, una habitación normal, aunque muy pequeña, tenía el aspecto habitual. Sobre la mesa había desparramado un muestrario de paños.
-«Bueno —pensó—; ¿y si siguiese durmiendo un rato y me olvidase de todas estas locuras?» Pero no era posible, pues Gregorio tenía la costumbre de dormir sobre el lado derecho, y su actual estado no le permitía adoptar tal postura. Por más que se esforzara volvía a quedar de espaldas.
-Sintió en el vientre una ligera picazón. Lentamente, se estiró sobre la espalda en dirección a la cabecera de la cama, para poder alzar mejor la cabeza.
-No duermo lo suficiente. Hay viajantes que viven mucho mejor.
-Eran más de las seis y media, y las manecillas seguían avanzando tranquilamente. En realidad, ya eran casi las siete menos cuarto.
-Lo primero que tenía que hacer era levantarse tranquilamente, arreglarse sin que le molestaran y, sobre todo, desayunar. Sólo después de hecho todo esto pensaría en lo demás, pues se daba cuenta de que en la cama no podía pensar con claridad.
- Punto y aparte: se utiliza para separar párrafos de texto, indicando que se ha terminado de desarrollar una idea o tema y se va a comenzar a tratar uno nuevo
Apartar la colcha era cosa fácil. Le bastaría con arquearse un poco y la colcha caería por sí sola. Pero la dificultad estaba en la extraordinaria anchura de Gregorio. Para incorporarse, podía haberse apoyado en brazos y manos; pero, en su lugar, tenía ahora innumerables patas en constante agitación y le era imposible controlarlas. Y el caso es que quería incorporarse. Se estiraba; lograba por fin dominar una de sus patas; pero, mientras tanto, las demás proseguían su anárquica y penosa agitación.
-Durante unos momentos permaneció echado, inmóvil y respirando lentamente, como si esperase que el silencio le devolviera a su estado normal.
Pero, al poco rato, pensó: «Antes de que den las siete y cuarto es indispensable que me haya levantado. Además, seguramente vendrá alguien del almacén a preguntar por mí, pues abren antes de las siete.» Se dispuso a salir de la cama, balanceándose sobre su borde.
-Ya estaba Gregorio con casi medio cuerpo fuera de la cama (el nuevo método era como un juego, pues consistía simplemente en balancearse hacia atrás), cuando cayó en cuenta de que todo sería muy sencillo si alguien viniese en su ayuda. Con dos personas robustas (y pensaba en su padre y en la criada) bastaría. Sólo tendrían que pasar los brazos por debajo de su abombada espalda, sacarle de la cama y, agachándose luego con la carga, dejar que se estirara en el suelo, en donde era de suponer que las patas se mostrarían útiles. Ahora bien, y prescindiendo del hecho de que las puertas estaban cerradas con llave, ¿convenía realmente pedir ayuda? Pese a lo apurado de su situación, no pudo por menos de sonreír.
Había adelantado ya tanto, que un solo balanceo, algo más enérgico que los anteriores, bastaría para hacerle bascular sobre el borde de la cama.
-Gregorio, sin embargo, estaba mucho más tranquilo. Sus palabras resultaban ininteligibles, aunque a él le parecían muy claras, más claras que antes, sin duda porque ya se le iba acostumbrando el oído; pero lo importante era que ya se habían percatado los demás de que algo anormal le sucedía y se disponían a acudir en su ayuda. Se sintió aliviado por la prontitud y energía con que habían tomado las primeras medidas. Se sintió nuevamente incluido entre los seres humanos, y esperaba tanto del médico como del cerrajero acciones insólitas y maravillosas.
A fin de poder intervenir lo más claramente posible en las conversaciones decisivas que se avecinaban, carraspeó ligeramente; lo hizo muy levemente, por temor a que también este ruido sonase a algo que no fuese una tos humana, pues ya no tenía seguridad de poder apreciarlo.
-Este modo de abrir la puerta fue la causa de que no le viesen inmediatamente. Gregorio tuvo que girar lentamente contra una de las hojas de la puerta, con gran cuidado para no caer de espaldas. Y aún estaba ocupado en llevar a cabo tan difícil operación, sin tiempo para pensar otra cosa, cuando oyó una exclamación del gerente que sonó como el aullido del viento, y le vio, junto a la puerta, taparse la boca con la mano y retroceder lentamente, como empujado por una fuerza invisible.
La madre —que, a pesar de la presencia del gerente, estaba allí sin arreglar, con el pelo revuelto— miró a Gregorio, juntando las manos, avanzó
- Coma: indica una pausa breve en la escritura, separar elementos en una enumeración, delimitar incisos o aclaraciones, y separar el vocativos del resto de la oración.
-Pero, desde las primeras palabras de Gregorio, el gerente había dado media vuelta y le contemplaba por encima del hombro, con una mueca de repugnancia en el rostro.
-Gregorio comprendió que no debía permitir que el gerente se marchara de aquel modo, pues si no su puesto en el almacén estaba seriamente amenazado.
-—¡Madre! ¡Madre! —gimió Gregorio, mirándola desde abajo. Por un momento se olvidó del gerente; y no pudo evita, ante el café vertido, abrir y cerrar repetidas veces las mandíbulas en el vacío.
-Las patitas de uno de los lados colgaban en el aire, mientras que las del otro quedaban dolorosamente oprimidas contra el suelo... En esto, el padre le dio por detrás un empujón enérgico y salvador, que lo lanzó dentro del cuarto, sangrando copiosamente. Luego, cerró la puerta con el bastón, y por fin volvió a la calma.
-Hasta la noche no despertó Gregorio de un pesado sueño, semejante a un desmayo.
-Al llegar a la puerta, comprendió que lo que le había atraído era el olor de algo comestible.
-Durante la noche se entreabrió una vez una de las hojas de la puerta, y otra vez la otra: alguien quería entrar.
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